domingo, 25 de octubre de 2015

Putas, esclavos, la Casa de la Ciudad... 10 curiosidades de la Valencia del XV


 A finales del siglo XV, dice el catedrático de Historia Medieval Rafael Narbona Vizcaíno, no había artesano en Valencia que no se preciara de tener su propio esclavo. Sin embargo este hecho ha sido de continuo soslayado. Cuando se habla del Siglo de Oro valenciano se menciona mucho a la imprenta, los negocios con Flandes, la agitada vida cultural y política, pero nunca a la esclavitud.
No es el único vacío, vergüenza, mito o confusión que rodea al XV valenciano. Otro ejemplo: Pese a que desde finales de los años 80 se sabe que los Baños del Almirante no son de origen musulmán, sino posteriores, la tradición no parece haberse dado por aludida y aún hoy son muchos los que, como bromeaba Narbona, aún se creen que los cristianos no se lavaban.

La obra aborda aspectos tan distintos como el de la iglesia valenciana, la arquitectura, la economía, la gastronomía, el comercio o la propia sociabilidad "en un tiempo en el que llegó a haber dos Papas simultáneamente, el primer Santo valenciano, se levantó una edificación como la Lonja pagada por la ciudad, y la Casa de la Ciutat era el centro político del antiguo Reino de Valencia, porque de ella eran más de la mitad de los diputados". Y no rehúye aspectos que pueden ser "polémicos" entre los historiadores, dijo Narbona, y que vienen también a erradicar "algunos tópicos".

1. El mercado de esclavos era la calle. Uno de los temas que trata el libro es el olvidado tráfico de esclavos que se daba en la Valencia del XV. Al inicio del siglo procedían del Magreb o Granada, sobre todo hombres adultos. A estos esclavos se unieron los tártaros y rusos, además de circasianos, con predominio de mujeres jóvenes. Sería a partir de la mitad del siglo que comienzan a proliferar los esclavos subsaharianos. "Vemos así en Valencia, desde finales de ese siglo XV, a auténticos tratantes de esclavos, negreros en toda la extensión del término, locales o foráneos, conduciendo cargamentos de decenas de esclavos subsaharianos", escribe Francisco Javier Marzal Palacios. Las transacciones tenían lugar en las calles y plazas más concurridas, siendo una escena habitual la del corredor o intermediario subastando un esclavo por encargo de su propietario.
2. Los ricos se hacían el pan en casa. Entre otros datos novedosos que ofrece el libro, Narbona destacó este lunes el censo de panaderías existentes en Valencia. En 1407 eran 76 dedicadas a la elaboración de pan integral, y apenas seis o siete que elaboraban pan blanco. Según explicó Narbona las familias con más recursos "no compraban el pan en ninguno de estos establecimientos, sino que lo elaboraban a su gusto en los propios hogares. El que podía se lo amasaba".
3. La seda no se hereda; es de Génova. Otro mito que quiso derribar Narbona es el de que la industria sedera era herencia del tiempo de los musulmanes que posteriormente desarrollaron los judíos de Valencia. Según explicó este lunes, en la ciudad llegó a haber 1.200 telares de sedería cuyo origen tuvo mucho que ver con la llegada a nuestra ciudad de artesanos genoveses, "más que ser una herencia". Y es que, como insistió en diversas ocasiones Narbona, lo que sucedió tras la llegada del rey Jaime I es que comenzó una nueva ciudad, prácticamente de cero. "La valenciana era una sociedad nueva en plena efervescencia, crecimiento y desarrollo", dijo.
4. Los baños cristianos. Pese a que desde finales de los 80 se tiene certeza del origen cristiano de los Baños del Almirante, en el imaginario colectivo aún perdura la convicción de que son de origen musulmán, un error que Narbona atribuye a la historiografía romántica. A mediados del XIV aún se podían catalogar en Valencia unas quince casas de baño. La configuración del parque balneario de la ciudad, dice Agustí Campos Perales en el artículo sobre los baños del Almirante, "es una creación de nueva planta que sólo aprovecha eventualmente algunos de los antiguos baños".
5. Así era la Casa de la Ciudad. Uno de los aspectos más llamativos del libro es la excelente reconstrucción de cómo era la Casa de la Ciudad que ha realizado el infografista valenciano Raúl Camañas, junto a Pedro Santero y Óscar Palma, con documentación de Federico Iborra y el propio Narbona. Demolida en 1860, tal y como recordó Lagardera era una especie de suma de edificios que cobraba sentido por ser el centro de poder político de la ciudad. De ella hoy sólo queda el artesonado de madera que está en la Lonja, el retablo de Vrancke van der Stockt, una roca... Gracias a la infografía, el lector puede imaginarse cómo era la histórica sede municipal de Valencia, sus lugares de reunión, sus dependencias...
6. Un burdel de leyenda, vestidos blancos y delantales azules. Mitificado por su extensión, ciudad dentro de la ciudad, el burdel medieval de Valencia se ha convertido incluso en ruta turística. En el Siglo de Oro valenciano, el burdel convivía con la vida urbana, y, como apunta en el libro Noelia Rangel, "no era una casa o edificio sino todo un barrio con diferentes hostales y una serie de casitas de propiedad particular". Más detalles. No era un espacio marginal, descuidado o sórdido; más bien al contrario, el aspecto de las casitas era limpio y cuidado, según los testimonios de la época. Aunque la prostitución se beneficiaba de la legislación, las medidas públicas tomadas desde mediados del XIV demuestran que la consideración oficial era que las prostitutas tenían un trabajo deshonesto y reprobable. Por ejemplo, para diferenciar a las meretrices de las mujeres decentes se les obligó a las primeras a vestir con vestido blanco y delantal azul.
7. Los pobres, pan y vino; los ricos, chuletas con azúcar. El artículo ‘La alimentación antes de América' de Juan Vicente García Marsilla afronta una de las cuestiones más curiosas del XV, en ocasiones olvidada: la gastronomía. En él explica que las clases bajas comían mucho pan y vino, apenas carnes y unas pocas legumbres, cebollas y ajos. En cambio, mercaderes, nobles y alto clero disponían de cocineros profesionales, para los que se escribieron libros de recetas muy complejos. Las salsas de la época contenían numerosas especias como pimienta, canela, clavo, jengibre, azafrán y otras menos usadas hoy como el macís, la galanga o el grano del paraíso. Lo picante se unía con lo dulce, untando por ejemplo las chuletas con azúcar. Se buscaba una experiencia gustativa audaz, la sorpresa y el ingenio como en la cocina de autor actual.
8. El estrés en el siglo XV. Como insistió este lunes Lagardera, Valencia era la ciudad más populosa de la Península Ibérica durante este sigo: más que Madrid y Barcelona. Era una ciudad rica, verdaderamente rica. La Valencia del Siglo de Oro no sólo ofrecía oportunidades de promoción social, sino también "una competencia feroz", dice Luis Almenar Fernández en el artículo ‘La calidad de vida'. "Muchos pequeños mercaderes y artesanos tuvieron que renunciar a desarrollar su actividad de manera autónoma para actuar como intermediarios, quedando al servicio de los hombres del gran comercio. La posibilidad real de fracaso podía comportar, como de hecho comportaba, fines verdaderamente dramáticos".
9. Un guardián para la despensa. El artículo ‘El Almudín y el abastecimiento de la ciudad' de Enrique Cruselles Gómez alude a las penurias provocadas por los problemas de aprovisionamiento de las grandes ciudades bajomedievales. El auge mercantil de Valencia generó en el siglo XV un procedimiento mediante el cual el presupuesto público financiaba anualmente una subvención destinada a incentivar la importación de grano, tanto por mar como por tierra. Se pagaba por cahiz de cereal. El grano se almacenaba en el Almudín y su vigilancia estuvo asignada al Guardia del Amudín, un cargo creado en 1416.
10. El retablo del vecino. Una de las huellas más evidentes de la fecundidad del Siglo de Oro valenciano son las obras de arte. Los monarcas eran a menudo los primeros en importar estilos pictóricos llegados de fuera. Así lo hicieron Juan I y Martín el Humano, quienes favorecieron la difusión del conocido como gótico internacional. La alta sociedad valenciana demandó este tipo de retablos, lo que favoreció el asentamiento en la ciudad de maestros como el italiano Starnina, Marçal de Sax, o el catalán Pere Nicolau. Todos querían tener el mejor retablo para que luciera en la capilla de su casa. "Se inició (...) una auténtica competición" entre los nobles, escribe García Marsilla, "y esa rivalidad se expresa en los mismos contratos, junto con un deseo de emulación que no tenía ningún empacho en especificar que el pintor tenía que seguir el modelo del retablo del vecino". 
 
Con el objetivo de fijar la Historia y derribar inexactitudes, Narbona ha editado y coordinado un libro en el que 27 historiadores y especialistas realizan un repaso a la ciudad en su época de mayor esplendor. Bajo el título Ciudad y Reino. Claves del Siglo de Oro Valenciano, en el volumen, diseñado por Marisa Gallen, los autores desarrollan textos en los que ofrecen hasta 80 claves sobre un período histórico que el propio catedrático quiso delimitar más allá del estricto siglo XV, acotándolo cronológicamente entre 1375 y 1516.
Dividido en cinco apartados, el libro es un manantial de información del que el periodista y coordinador editorial de la obra, Juan Lagardera, destacó su rigor. Del mismo modo Narbona explicó que el objetivo era "hacer una obra asequible e inteligible por personas que trabajan en la Universidad y en los Archivos valencianos". En este sentido el catedrático aseguró que Valencia tiene "la fortuna" de ser "la ciudad con más información medieval y en concreto del siglo XV", una ventaja a la hora de investigar a la que se une el cada vez mayor número de archiveros con formación universitaria, entre los que figuran algunos de los coautores de esta obra "en la que coinciden desde reputados catedráticos a alumnos de máster", o personalidades de la talla de la historiadora Mercedes Gómez-Ferrer, el profesor Eduard Mira, o el fundador de Capella de Ministrers, Carles Magraner.

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