La lepra es una enfermedad infecciosa crónica causada por un bacilo
acidorresistente llamado Mycobacterium leprae. Afecta principalmente la
piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias altas
y los ojos. Se trata de una enfermedad curable. Si se trata en las
primeras fases, se evita la discapacidad. La lepra tiene dos formas
comunes: la tuberculoide y la lepromatosa. Ambas formas ocasionan
úlceras en la piel, pero la forma lepromatosa es la más grave y produce
grandes protuberancias e hinchazones (nódulos).
Desde 1995, la OMS proporciona gratuitamente a todos los enfermos
leprosos del mundo el tratamiento multimedicamentoso, que es una opción
curativa simple, aunque muy eficaz, para todos los tipos de lepra. La
eliminación mundial de la lepra (es decir, una tasa de prevalencia
mundial de menos de 1 caso por 10 000 habitantes) se alcanzó en el año
2000. A lo largo de los últimos 20 años, con el tratamiento
multimedicamentoso se ha conseguido curar a cerca de 16 millones de
pacientes con lepra.
Breve historia de la enfermedad y su tratamiento
La lepra ya era conocida por las antiguas civilizaciones de China,
Egipto y la India. La primera referencia escrita a esta infección se
remonta aproximadamente al año 600 a.C. A lo largo de la historia, los
enfermos leprosos se han visto condenados al ostracismo por sus
comunidades y familias.
En el pasado el tratamiento de la lepra era distinto. El primer
avance importante se realizó en los años cuarenta con la obtención de la
dapsona, medicamento que detuvo la enfermedad. No obstante, la larga
duración del tratamiento —de años o incluso durante toda la vida—
dificultaba su cumplimiento. En los años sesenta, M. leprae empezó a
manifestar resistencia a la dapsona, el único medicamento antileproso
conocido por entonces. A principios de los años sesenta se descubrieron
la rifampicina y la clofazimina, los otros dos componentes del
tratamiento multimedicamentoso.
En 1981, un grupo de estudio de la Organización Mundial de la Salud
recomendó el tratamiento multimedicamentoso a base de dapsona,
rifampicina y clofazimina, asociación que elimina el bacilo y logra la
curación.
Modos de transmisión
El contagio es de persona a persona por contacto directo y
prolongado, entre 3 y 5 años. Se produce entre un enfermo no tratado con
posibilidad de transmitir (no todos los que padecen lepra contagian) y
una persona susceptible, es decir con una predisposición especial para
enfermar. Según la estadística el 80% de la población posee defensas
naturales contra la lepra y solo la mitad de los enfermos no tratados
son contagiantes.
Las vías de transmisión incluyen principalmente, las secreciones
respiratorias de una persona enferma y no tratada, y en menor medida en
heridas de la piel y secreciones nasales.
Últimas leproserías
Aunque la lepra se puede curar desde los años cuarenta y los leprosos
no sufren ya las deformaciones de antaño, la sociedad no ha despojado
todavía a esta enfermedad de su estigma repulsivo y morboso. “Somos
capaces de dar 500 pesetas por los leprosos, pero no de darles la mano”,
dice sor Montserrat, una religiosa que lleva 30 años en la leprosería
de Fontilles (Alicante). En España, donde esta patología se considera
erradicada, el número de afectados ronda los 5.000, pero solo 600 la
padecen en activo.
El Sanatorio Leprológico de Fontilles -el otro que hay en España está
en Trillo (Guadalajara)- se levantó a principios de siglo, en un lugar
aislado de la serranía alicantina. Sus 130 pacientes forman una pequeña
comunidad de leprosos cuyo horizonte no alcanza más allá del muro de
tres metros de alto que la rodea. Hoy, con la lepra controlada en
España, Fontilles se ha convertido en una residencia de ancianos con
minusvalías provocadas por la enfermedad. Juana P. no recuerda su edad,
pero aparenta más de 80 años. La encontraron hace dos en una cueva de
Mallorca y fue trasladada a Fontilles, casi inválida por una lepra muy
avanzada. Según José Terencio, director médico de Fontilles, su caso es
“único en Europa, porque la enfermedad le ha afectado a la voz, un
síntoma típico del enfermo de lepra medieval”. Por eso habla tan bajito y
murmura que se quiere ir a casa por Navidad, pero no tiene a nadie.
Los especialistas calculan que en España, en 1992, hay casi 5.000
afectados por la lepra, aunque José Ramón Gómez aclara que solo unos 600
están activos, es decir, desarrollando la enfermedad. “El resto ya se
ha curado, pero continúa en tratamiento para evitar posibles recaídas”,
explica.