Tenemos noticias sobre el cuidado de los dientes ya desde la época de los romanos (y de los egipcios). Hombres y mujeres trataron por todos los medios no perder piezas dentales (y si era posible las más importantes: las que se veían). Carecer de algún diente era antiestético y por tanto vergonzante. En la mayoría de las ocasiones su pérdida se debía a alguna enfermedad. También se sabe que a ciertos reos, para abochornarlos, se les arrancaban.
Escritos del siglo XIII nos indican cómo debían ser los dientes de una mujer hermosa:
En Speculum al foder (XV), refiriéndose a la nobleza y a belleza de las mujeres: «cuatro cosas muy coloradas: las mejillas, la lengua, las encías y los labios; cuatro muy blancas: el rostro, los dientes, el blanco de los ojos y las piernas».
En el Libro de Alexandre, de mediados del siglo XIII, nos dice: «... los dientes bien iguales blancos commo cuajada...»
Para el Arcipreste de Hita, en su Libro de buen amor, 1330-1343: «la nariz afilada, los dientes menudillos, iguales y muy blancos, un poco apartadillos, las encías bermejas, los dientes agudillos, los labios de su boca bermejos, angostillos.»
En la obra Jeu de la Feuillée, de Adam de la Halle, h. 1276, el retrato de mujer ideal era: «la boca fina, fresca y roja, que deja entrever unos dientes regulares y billantes;»
A lo largo de toda la Baja Edad Media aparecen recetas para el cuidado de la boca y el fortalecimiento de los dientes. Estas se adaptaban a las necesidades de la persona, así como de la disponibilidad de determinados componentes. Pero en general las recetas (casi siempre caseras que se transmitían de generación en generación) eran fáciles de hacer, aunque otras llevaban componentes más caros solo aptos para gente adinerada.
H. 1480. Abrazo en la puerta dorada, Fernando Gallego, iglesia de Santa María, Trujillo, Cáceres (detalle)
El blanqueamiento de los dientes también era una preocupación en aquellos años, se usaban aglutinantes para conseguir algo similar a una pasta, o simplemente se hacían gárgaras con orina.
El uso de la orina se remota a los íberos, y se siguió utilizando durante en el siglo XVII, por su alto contenido en amoniaco; los romanos sólo tuvieron que perfeccionar el método añadiendo sustancias aglutinantes, piedra pómez y otros componentes más agradables. La orina también fue ideal para blanquear la lana y el lino.
Y por supuesto se usaron instrumentos para la higiene: los mondadientes (algunos hechos de madera perfumada).
El comportamiento en la mesa fue también digno de ser escrito:
«Absteneos de escupir cuando estéis sentados en la mesa. Si os enjuagáis la boca cuando estáis comiendo, no debéis escupir el agua en el plato sino que debéis hacerlo en el suelo y educadamente.
No os limpiéis los dientes o los ojos con el mantel.
No os mondéis los dientes con un cuchillo, una paja o un palo en la mesa».
Erasmo de Rotterdam escribía: «Es preciso ser muy cuidadoso de tener los dientes limpios, pues blanquearlos con polvos es propio de jovencitos. Frotarlos con sal y alúmina es muy perjudicial y servirse de la orina para este propósito es cosa de españoles».
Dentiscalpium=Mondadientes:
Instrumentos de limpieza. Museo Arqueológico de Palencia
El responsable de extraer los dientes era el cirujano-barbero o simplemente barbero. También cortaban el pelo, la barba y las peinaban. Realizaba sangrías. Y algunos... limaban los dientes con un instrumento metálico y los frotaban con una especie de ácido corrosivo... Fantástico método para tener más clientes que necesitaban dientes postizos. Los tratados de medicina hablan de dientes hechos con hueso de vaca, de marfil, de mármol o realizados con perlas, que se unían a los dientes sanos mediante un hilo de oro. Parece ser que las primeras dentaduras postizas se remontan a la época etrusca, aunque empiezan a tener más aceptación hacia principios del siglo XVI, cuya función será simplemente estética.
A continuación varias recetas medievales:
Polvo para los dientes: cinco onzas de alabastro, y cuatro onzas de porcelana, y seis onzas de azúcar fino, y una onza de coral blanco, y otra de canela, y media de aljófar, y media de almizcle. Todo hecho polvo. Limpiarse los dientes con estos polvos y enjuagarse la boca con vino blanco tibio.
Remedio para los dientes: Haced una cocción de vino blanco y raíz de esquiriola. Y enjuagaos la boca con ella y no os dolerán los dientes.
Remedio para el dolor de ijada: Tomarán nueve cochinillas de unas que andan debajo de los naranjos que, en llegándoles, se hacen peloticas. Molerlas mucho y deshacerlas en vino blanco o en agua de azahar, y darlas a beber al enfermo. Hacer esto treinta días y quitársele ha el dolor de todo punto. Cuando bebiere esto, el enfermo acostarse ha sobre el lado donde fuere el dolor.
Remedio para las muelas: Dos onzas de rosas secas, y otras dos de mirabolanos, dos de nuez de aciprés verdes partidas, media onza de piedra alumbre, una cuarta de incienso, medio cuartillo de miel, medio azumbre de vino blanco. Puesto todo en una olla nueva y tapada muy bien, cueza hasta que mengüe la mitad. Y como haya cocido, coladlo y guardadlo en una redoma de vidrio. Y cuando os dolieren las muelas, poned esta cocción al fuego a entibiar. Y tomadla en la boca a la parte que os dolieren las muelas, y se os quitará el dolor luego.
Para el dolor de los dientes, y muelas: Para el dolor de los dientes, haréis decocción de raíces de jusquiamo, con vinagre, y agua rosada, y tomar de ella en la boca de cuando en cuando. Lo mismo hará una cabeza de ajos asada un poco al rescoldo, y amasada, y después puesta encima de los dientes, ó muelas que duelen, tan caliente como se puede sufrir; advirtiendo, que primero se ha de poner un poco de dicha masa en la oreja, á cuya parte estuviere el dolor.
Dientes movedizos: Si los dientes se menean, ó mueven, tomen alumbre, y agua rosada, y hagan decocción, ó tomen de la raíz del quinquefolium, y alumbre y aplíquenlo para confortar los dientes.
Mal aliento: Quien de si diere mal aliento, tome anís, algarrofas, almastiga y raíz de lirio azul, y cuézalo todo con vino; y use lavarse la boca con él y se quitará el mal aliento.
Principios del XVI. El entierro de Cristo, Maestro de Becerril, Museo Diocesano de Palencia (detalle)
Bibliografía:
- Anónimo: Manual de mujeres, en la cual se contienen muchas y diversas recetas muy buenas.
- Criado Vega, Teresa: Las artes de la paz. Técnicas de perfumería y cosmética en recetarios castellanos de los siglos XV y XVI. Universidad de Córdoba, Anuario de Estudios Medievales, 41/2, julio-diciembre de 2011 pp. 865-897 ISSN 0066-5061
- Fresneda González, María de las Nieves: Atuendo, aderezo, pócimas y ungüentos femeninos en la Corona de Castilla, (siglos XIII y XIV)
- Herrero, Miguel: Oficios Populares en la sociedad de Lope de Vega.
- Ortego Agustín, Mª Ángeles: Discursos y prácticas sobre el cuerpo y la higiene en la Edad Moderna I.E.S. Mariana Pineda. Madrid https://www.ucm.es/data/cont/docs/995-2015-04-06-Higiene_Angeles29.PDF
- Pérez Samper, María de los Ángeles: Los recetarios de mujeres y para mujeres. Sobre la conservación y transmisión de los saberes domésticos en la época moderna. Universidad de Barcelona.
- Tena Tena, Pedro: Mujer y cuerpo en Al-Ándalus, Woman and Body in Al-Ándalus Instituto Cervantes. 5 Bis, Cours de la République. F-69100 VILLEURBANNE. C. e.: tena_pedro@yahoo.es BIBLID [0213-2060(2008)26;45-61]
- http://www.florilegium.org
- http://www.portalplanetasedna.com.ar
- http://www.losmoriscos.es/mv_entradas_view.php?editid1=18
- Extraído de http://opusincertumhispanicus.blogspot.com.es/search/label/SOCIEDAD%20Y%20COSTUMBRE