domingo, 8 de marzo de 2015

¿Sabías que la primera vacunación en el mundo para inmunizar a una población frente a una enfermedad bacteriana fue en Valencia?

ferran
Una de las enfermedades infecciosas de mayor gravedad durante el siglo XIX fue el cólera. Produjo cuatro grandes pandemias que llegaron a Valencia en forma de cinco epidemias. Durante la ocurrida en 1885, que produjo casi cinco mil muertes, el microbiólogo catalán Jaume Ferran utilizó en Valencia por vez primera en el mundo una vacuna frente a la enfermedad, que a su vez fue la primera vacuna antibacteriana aplicada al hombre. La Facultad de Medicina, el Instituto Médico Valenciano y el Cuerpo Municipal de Higiene y Salubridad fueron las principales instituciones valencianas relacionadas con el cólera de 1885 y la vacunación de Ferrán.
La “medicina de laboratorio” tenía apoyos en la Facultad de Medicina de Valencia. Destacó Amalio Gimeno Cabañas, catedrático de terapéutica quien junto a Manuel Candela Pla, catedrático de obstetricia y ginecología, Pasqual Garín Salvador, profesor ayudante y posteriormente catedrático de cirugía, y Vicent Navarro Gil, profesor ayudante de terapéutica, formó parte del grupo que asimiló y difundió en Valencia el descubrimiento del vibrión colérico por Robert Koch en 1883 y observó y cultivó vibriones a partir de las deposiciones de enfermos del brote de Beniopa (La Safor) de 1884, antecedente de la epidemia de 1885.

Hasta ayer desconocía  su existencia y  colaboración a la ciencia pues sacarlo a mi blog se ha debido a una placa conmemorativa en la calle de Pascual y Genis nº 23 de Valencia, que reconoce la situación de su laboratorio en un edificio de dos plantas que todavía se conserva.
 
El 31 de diciembre de 1884, un trimestre antes del inicio de la gran epidemia en la ciudad de Valencia, los médicos Amalio Gimeno Cabañas, Pau Colveé Roura y Pasqual Garín Salvador visitaron a Jaume Ferran en Tortosa, quedando tan convencidos que se vacunaron, y Gimeno publicó inmediatamente el artículo La vacunación contra el cólera. Fue un acto muy valiente pues las vacunas eran vistas por una parte de la sociedad como aberrantes, antinaturales y pecaminosas. Incluso había médicos en Europa que negaban que el vibrión fuera el agente causal del cólera. Así, defender la vacunación era nadar contracorriente en el siglo XIX.
Al comenzar en marzo la epidemia en Xàtiva, los profesores Amalio Gimeno y Manuel Candela Pla fueron comisionados por el gobernador. Defendieron la aplicación de la vacuna y la presencia de Ferran, que vino con el químico Inocent Paulí el 4 de abril y juntos confirmaron el diagnóstico. Ocho días después apareció el primer caso en la ciudad de Valencia y Ferran fue llamado de nuevo. Montó su laboratorio en una casa de Candela en el 23 de la calle Pascual y Genís. Colaboraron, además de Paulí, Garín, Navarro, Colveé y Vicent Peset Cervera. Gimeno defendió la vacuna en los ambientes académicos de Valencia y Madrid.
Hasta finales de julio se vacunaron más de cincuenta mil personas, un diez por ciento de ellas en la ciudad de Valencia. Entre ellos figuraron casi todos los profesores de la Facultad de Medicina. Fue el caso de Santiago Ramón y Cajal, por entonces catedrático de anatomía en la universidad valenciana y futuro Premio Nobel de Medicina. Destacó la campaña llevada a cabo en Alzira, en donde se vacunaron dos tercios de la población. Así, la primera vacunación en el mundo para inmunizar a una población frente a una enfermedad bacteriana fue en el Reino de Valencia de 1885: la anticolérica de Jaume Ferran y su fantástico equipo.

KOCH, NOS SACÓ DE LA IGNORANCIA

Heinrich Hermann Robert Koch ( 1843- 1910) ha pasado a la historia por ser el descubridor del bacilo que causa la tuberculosis, al que bautizó con su propio nombre. Pero este hallazgo no fue el único que este médico alemán, nobel de Medicina en 1905, logró ver a través de su microscopio. Koch, uno de los "padres" de la microbiología junto a Louis Pasteur, el descubridor de la vacuna contra el virus de la rabia, fue el primero que identificó la bacteria del cólera. Este mal que toma su nombre del vocablo griego que significa bilis, "dado que las heces que provoca son de ese mismo color amarillo verdoso" relata la profesora de la Universitat de València e historiadora de la Ciencia Mª José Báguena. En 1883, un año después del hallazgo de su bacilo más célebre, Koch aisló al vibrión -bacteria encorvada- del cólera en el curso de una epidemia en Egipto.

Báguena explica que la primera traducción al castellano del tratado de Koch sobre el cólera (foto) se editó en Valencia en 1884, en la imprenta de Pascual Aguilar, en el número 1 de la calle Caballeros. Su traductor fue Amalio Gimeno, catedrático de Terapéutica de la Facultad de Medicina de la Universitat, uno de los tres grandes "profetas" del Darwinismo en Valencia y a la vez un profundo defensor de la investigación microscópica realizada por precursores como Koch.
El primer gran hallazgo de Koch fue el bacilo del ántrax, causante del mal del carbunco, y que fue la base para convencer a comunidad científica de que las enfermedades contagiosas se debían a microorganismos y no a los malos olores o miasmas que se transmitían a través del aire, como se pensaba desde la Edad Media .

EL CÓLERA DE LA VALENCIA DE 1834

En la Valencia de los tiempos del cólera -seis epidemias sacudieron la ciudad desde 1834 hasta 1890- no hubo amor, sino pánico, mucho pánico. El miedo a la guadaña de una enfermedad que podía segar una vida apenas 24 horas después de declararse su síntoma más alarmante, una fuerte diarrea que provocaba la muerte por deshidratación, generaba "mucha alarma social", explica la profesora de la Universitat de València Mª José Bágena, historiadora de la Ciencia y una de las personas que más ha estudiado el por qué el "Cap i Casal" fue una de las ciudades españolas más castigadas por este mal que vino del Ganges.
Las cuatro fosas comunes con decenas de cuerpos enterrados en cal viva halladas por casualidad el martes pasado durante unas obras de saneamiento en el barrio de la Fuensanta, enfrente de la Misericòrdia, han reabierto una página de la historia que Valencia tardó muchos años en cerrar.
Báguena cuenta que la bacteria del cólera, el vibrión colérico (Vibrio cholerae) no salió hasta 1817 del subcontinente asiático, su foco endémico originario, provocando cuatro grandes pandemias que barrieron Europa de este a oeste durante el siglo XIX. Este cuarto jinete de la Apocalipsis cabalgó por Valencia en 1834, 1855, 1865 y 1885, con dos episodios de menor gravedad en los años de 1860 y 1890.
"El cólera-continua-causó un gran número de víctimas, ya que al desconocerse el origen y los mecanismos de propagación de esta enfermedad, las medidas sanitarias adoptadas para combatirlas eran del todo ineficaces". De hecho, hasta que Robert Koch no descubriese en 1883 el microbio que causaba este mal, todo fue como dar palos contra el agua, el medio precisamente en el que vive y se reproduce el vibrión.

Medidas impopulares e ineficaces
Antes de que Koch demostrase que el mecanismo de contagio del cólera es el agua, la lucha para evitar su difusión se basaba "en impopulares medidas sanitarias que generaban más malestar que beneficios sobre la población", detalla Báguena, que cita las protestas que ocasionaban los cordones sanitarios, el aislamiento en lazaretos o las cuarentenas.
La investigadora destaca que la epidemia de 1885, una de las más mortíferas, vino precedida de un otoño muy lluvioso y un invierno de heladas que echaron a perder la cosecha de naranja, "con lo que la prohibición de exportar naranjas debido a la cuarentena, agravó más la delicada situación económica por la que pasaban muchas familias".
Las autoridades, aunque sabían que era inútil, fumigaban sin descanso con gases antisépticos vagones de trenes y tranvías porque sabían que así tranquilizaban a una población aterrorizada al ver como la mayoría de enfermos, el 80%, morían sin remedio.
Lejos aún de la difusión de los antibióticos, que no aparecerían hasta después de la II Guerra Mundial, y de los goteros con sueros salinos para evitar la deshidratación, los médicos "no podían hacer otra cosa que recetar sustancias antidiarreicas, principalmente a base de opiáceos", detalla la investigadora.

El vibrión vino en el tren de Xàtiva
El cólera asiático de 1885 entró a Valencia desde Xàtiva a través del tren, ya que según informa Bágena el primer caso que se anotó en la ciudad, el 12 de abril en la plaza Pellicers, era el de un empleado de del ferrocarril que unía la capital de la Costera con la ciudad del Túria.
Esta última gran pandemia colérica, que se extendió por Francia en 1884, habría llegado a Xàtiva "posiblemente a través de jornaleros que habían estado trabajando en la vendimia en territorio galo", resalta la historiadora, quien añade que el primer caso se registró a principios de noviembre.
De allí pasó a Beniopa, cerca de Gandia, donde el día 11 de ese mes se declaró un brote que en tres días acabó más de la mitad de los 62 vecinos que enfermaron. "Uno de cada tres de los muertos en Beniopa eran menos de 10 años", aclara, algo que se iba a repetir después en Valencia "dado que los niños al tener menos masa corporal se deshidratan antes".
La cuchilla del cólera, a diferencia de la muerte que iguala a ricos y pobres, si que se cebó entre los más desfavorecidos, ya que la mayoría de las víctimas, principalmente ancianos y niños, provenían de familias humildes que vivían en zonas "donde las aguas fecales se mezclaban con las de beber al tener un deficiente sistema de alcantarillado, como el barrio del Carme, el entorno del antiguo Hospital General o las áreas de huerta donde se regaban las hortalizas con aguas contaminadas con heces".

"Un aliado de la higiene pública"
Pese a lo cruel que fue para Valencia esta enfermedad, Báguena insiste en que el cólera "es el gran aliado de la higiene pública, pues a partir del descubrimiento de Koch, ciudades como Valencia reformaron su sistema de alcantarillado y aislaron su red de agua potable".
Las primeras investigaciones, atribuyen las fosas de la Fuensanta a un posible cementerio para coléricos de la Misericòrdia, que durante el siglo XIX aún se encontraba junto al carrer Quart. La presencia en un Parcelario de 1902, que se guarda en la Cartoteca de la Facultad de Geografía de la Universitat, de una "Alquería de la Misericòrdia" en la misma zona, donde durante la primera mitad del siglo XX se trasladó esta institución benéfica cuyo complejo ocupan ahora dos institutos, reforzaría esta hipótesis. 

La epidemia de 1885, según Báguena, causó 4.919 muertos en Valencia, más de dos tercios de las 7.084 personas que contrajeron la enfermedad. El brote, que se declaró en abril, tuvo su punto culminante a principios de julio con más de 200 muertos diarios. En toda la provincia se contaron 20.000.

LA EPIDEMIA DE CÓLERA DEL S.XIX

La epidemia de cólera del siglo XIX, posible origen de los esqueletos de Fuensanta

lainformacion.com
miércoles, 17/06/09 - 17:02
   
Valencia, 17 jun (EFE).- Los esqueletos encontrados por unos obreros que trabajaban en las obras de saneamiento del alcantarillado en el barrio de la Fuensanta de Valencia podrían corresponder a restos procedentes de una epidemia de cólera del año 1800 o incluso a una época anterior.

La epidemia de cólera del siglo XIX, posible origen de los esqueletos de Fuensanta
                                        
Valencia, 17 jun (EFE).- Los esqueletos encontrados por unos obreros que trabajaban en las obras de saneamiento del alcantarillado en el barrio de la Fuensanta de Valencia podrían corresponder a restos procedentes de una epidemia de cólera del año 1800 o incluso a una época anterior.
Esta es la hipótesis que apuntan los arqueólogos municipales que han recogido los restos para su estudio, según ha asegurado hoy la concejala del Ciclo Integral del Agua, María Angels Ramón-Llin, responsable de estas obras y que ha visitado la zona junto al concejal de Seguridad Ciudadana, Miquel Domínguez.
"Según los expertos del servicio arqueológico, podría tratarse de restos de 1800 o antes, de personas muertas por una epidemia de cólera, muy frecuente en esa época y, aunque no están enterrados en cajas, sí lo están de forma ordenada", ha explicado la edil.
Ramón-Llin ha avanzado que, aunque no se sabe el número exacto de esqueletos que hay, se sospecha que "pueden ser numerosos" porque aunque no son visibles, en las "catas" que han hecho los arqueólogos "se encuentran restos cada cinco metros".
La buena conservación de las calaveras encontradas se debe a que "los enterramientos por estas enfermedades se hacían con cal viva, que mantenía en bastante buen estado a lo largo de los años las estructuras óseas".

María Angels Ramon-Llin ha apuntado que las necesidades de saneamiento de alcantarillado de este barrio, situado al oeste de la ciudad, "son compatibles" con la investigación "para sacar a la luz otro episodio histórico de Valencia".
"Los arqueólogos municipales y de la Generalitat tienen que delimitar el origen de los restos", ha señalado Ramón-Llin, que ha situado el "sorprendente hallazgo" en una "coyuntura histórica de Valencia muy diferente a la actual".
"Entonces Valencia era un núcleo pequeño y esta zona estaba lejos, había que venir con carro, el cólera era frecuente y los enterramientos no se hacían como ahora", ha comentado.
El hallazgo ha levantado la expectación de los vecinos, que han señalado que los abuelos del barrio dicen que en la zona había un cementerio, una posibilidad que también ha comentado la concejala, y que los gritos de los obreros fueron los que les alertaron de que habían encontrado una calavera en las obras.

AGUAS MENORES Y MAYORES II: POMPEYA

Un estudio demuestra que había letrinas en los segundos pisos de los hogares de Pompeya
Un estudio reciente confirma que los habitantes de la antigua ciudad de Pompeya no se limitaron a la fontanería a nivel de calle, de hecho, muchos en la ciudad podían haberse dirigido al piso de arriba de sus hogares para aliviar la llamada de la naturaleza.
Una de las letrinas encontradas en la segunda planta en una casa de Pompeya.
Una de las letrinas encontradas en la segunda planta en una casa de Pompeya.
La mayoría de los pisos superiores de la ciudad de romana fueron destruidos después de la erupción del Vesubio que arrasó Pompeya en el año 79. Sin embargo, las tuberías verticales que conducen a las segundas plantas de los edificios sugieren que una vez hubo baños. Según un nuevo análisis realizado por A. Kate Trusler, un candidato doctoral en antropología de la Universidad de Missouri: “Tenemos 23 baños que están conectados a estas bajantes“, declaró el antropólogo a LiveScience Trusler el pasado viernes 4 de enero durante la reunión anual del Instituto Arqueológico de América en Seattle, donde presentó su investigación.
Trusler se empezó a interesar en las letrinas de Pompeya hace seis años, mientras hacía trabajos de campo en la ciudad. Las anteriores investigaciones habían coincidido en que en Pompeya se podía encontrar un inodoro en casi todas las casas. Sin embargo, los resultados que apoyaban esa teoría eran confusos. Al pasear por la ciudad, comentaba Trusler, había evidencias de la existencia de retretes en muchos de los hogares, mientras que en otros parecía no haber ni rastro de un espacio para el aseo.
Y“, agregó Trusler, “existen todas estas bajantes que forman parte de la imagen global de la ciudad que nadie está realmente considerando“.
Así Trusler decidió llevar a cabo estudios de fontanería, de cartografía de los lugares con letrinas y tuberías verticales de toda la ciudad. Un distrito residencial, conocido por los arqueólogos como la Región 6, tiene baños en todas las plantas inferiores de los hogares. Pero en otras zonas los bloques contenían pocos baños. En total, el 43 por ciento de los hogares en la ciudad contaba con letrinas en la planta baja, señaló Trusler.
El descubrimiento permitió descubrir el uso de desagües en Pompeya.
El descubrimiento permitió descubrir el uso de desagües en Pompeya.
Las bajantes son los elementos que conforman la mitad del hallazgo. Estos tubos verticales, por lo general de terracota (arcilla modelada y endurecida al horno) se encuentran concentrados en la parte más antigua de la ciudad, donde había muchos talleres y pequeñas empresas hacinadas en cuartos cercanos. Un total de 286 tubos recorren las paredes de estos edificios, que en su mayoría van dirigidos a los segundos pisos de las casas.
Al raspar el interior de las tuberías obtuvieron material fecal y restos de parásitos intestinales, lo que probaba un evidente uso evacuativo. La instalación de cañerías en la parte de superior de las viviendas ofrece una ventana a la vida cotidiana de Pompeya, comentaba Trusler.
Las características de saneamiento pueden decirnos mucho sobre lo que hacía la gente en los pisos superiores“, puntualizaba. “Lo que sugerimos es que la gente vive allí“.
La mayoría de las bajantes fueron instaladas probablemente durante entre los siglo I a.C. al I d.C., declaró el arqueólogo, al mismo tiempo que se desarrollaba en la ciudad un sistema de bombeo de agua. Como apunta Trusler “Nosotros realmente tenemos unos sistemas de cañerías y de desarrollo urbano basado en Pompeya“.
Extraído de esta web 

AGUAS MAYORES Y MENORES. LOS ANTIGUOS ROMANOS

Cuando se trata de hablar de la higiene más íntima de los antiguos romanos, partimos, siempre, de que las condiciones de aseo personal fueron las justas, lo que se reflejaba en la atmósfera pestilente que se desprendía de las aglomeraciones.  

Sólo las domus de los ricos disponían de agua corriente y de algo parecido a un baño (lavatrina) que también incluía retrete. El resto de los mortales usaba las fuentes y letrinas públicas conectadas con la red subterránea de alcantarillas. 

En realidad estas letrinas usadas por la mayoría tenían unas características higiénicas muy avanzadas para su época, ya que disponían de una corriente interna de agua que mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores. 

    • Los inodoros a la romana disponían bajo el asiento de un recipiente que era vaciado por un esclavo tras su uso. 
    • A falta de papel higiénico se utilizaban esponjas que sujetas a unos palitos servían para limpiar las partes íntimas.
    • Los más cívicos vertían las heces de sus orinales en las tinajas; los más incivilizados las arrojaban directamente a la calle.
    • Los romanos que iban a las letrinas públicas con esclavos les hacían sentarse primero a ellos en la bancada para que la piedra se calentara.
    • Se calcula que Roma llegó a contar con 144 letrinas en el siglo IV.

ANTIGUOS JUEGOS DE TABLERO

A los egipcios les encantaban los juegos de mesa.

Después de un largo día de trabajo los egipcios se relajaban jugando a juegos de mesa. Tenían juegos diferentes como "Mehen" o "Perros y chacales", pero tal vez el más popular fue un juego llamado "Senet", que se remonta a 3500 a.C. Se jugaba en un tablero en el que había pintadas 30 casillas. Cada jugador tenía un conjunto de piezas que se movían según las tiradas de los dados o de palos de lanzamiento. Los historiadores aún debaten las reglas exactas del Senet, pero no hay duda de la popularidad del juego. Hay pinturas que representan a la reina Nefertari jugando al Senet, y en las tumbas de algunos faraones como Tutankamon se han encontrado tableros de este juego.