viernes, 20 de noviembre de 2015

PROSTITUCIÓN EN LA VALENCIA MEDIEVAL


Las alusiones a las prostitutas eran habituales hasta en los edificios. Una famosa gárgola de la Catedral de Valencia, cerca de la puerta románica, muestra a una mujer madura desnuda sujetándose los pechos con lascivia. Otra, de la Lonja, muestra impúdicamente su sexo desnudo señalando precisamente al sitio original donde se ubicaba el burdel.

El denominado “oficio más antiguo del mundo” fue en la Valencia del quinientos un oficio perfectamente asimilado y regularizado en el municipio. Esto podemos verlo en documentación como las ordenanzas del régimen del burdel de la ciudad del 12 de mayo de 1495 donde se indicaba “axí en la present ciutat de Valencia, com en altres parts, viles e lochs populosos son permesoso los publichs, e es permes e dispensat que les dones mundaries vixquen publicament en aquells, del quest perque per la avinentea e copia que ha de les dites dones, se stavien es scusen graus dans e scandals e axi es permes lo cual, per evitar lo maior e senyaladament en la present ciutat, en lo qual hi ha tan gran concurs de persones, car per permetre e disponssar en lo dit loch publich, cessen molts dans e scandels en aquella”. Así mismo se indicaba que las prostitutas habían de quedar recluidas y no ejercer su profesión durante la Semana Santa, Navidad y las fiestas de la Virgen María (Asunción y Concepción), así como en los jubileos.
Vemos así una asimilación total de que esta profesión se ejerza. La escusa o motivo de aceptar estas prácticas tan perseguidas por la iglesia, fue fundamentalmente la riqueza que proporcionaba a la ciudad, dado que como hemos dicho estaba regularizado y controlado por el gobierno municipal. Además se citaban los beneficios sociales del ejercicio de la prostitución ya que se tenía la creencia de que evitaba el amancebamiento o el adulterio, y se creía que el que se acostaba con una prostituta “legalizada” quedaba redimido del pecado de fornicar  con ella.

La Iglesia obviamente no vio con buenos ojos ni aceptó la aceptación de la prostitución en Valencia y, especialmente tras el Concilio de Trento, se lanzó a perseguirla y erradicarla todo lo que pudo.
El principal problema del burdel eran las enfermedades que en él podían transmitirse, algo que en verdad era muy frecuente. El contagio de enfermedades venéreas era frecuente en estos lugares que muchas veces actuaban como foco de origen y, para evitarlo, había un cuerpo de cirujanos especializados que cuidaban la higiene del burdel y que las enfermedades no se propagaran a partir de él, algo que en verdad fue poco efectivo.
Cada día, con la puesta de sol, suenan las campanas de la Catedral de Valencia. Avisan de que se cierran las puertas de la ciudad. Valencia no tiene puertas desde el siglo XIX. Aún así, el repique es idéntico al que se oyó en el pasado. Nadie tiene prisa por entrar en la ciudad porque ya nadie se quedará a la Luna de Valencia. Nadie tendrá prisa por salir pero las campanas suenan.
Es, posiblemente, una de las pocas tradiciones medievales que perduran, al margen de alguna fiesta religiosa, el Corpus principalmente, o pagana, las Fallas. Otras costumbres y hábitos sociales, vistos hoy, sorprenden y maravillan, pero por lo que suponían de avance social. En algunas cosas, pocas, los ciudadanos de la Valencia de la Edad Media vivían muy por delante de nuestro tiempo. Por hipocresía, por costumbre, por pragmatismo, pero demostraban más sensibildad social.
El caso más llamativo, sin duda, es el gran burdel de la ciudad, posiblemente el mayor de la historia de la Comunidad Valenciana y uno de los más grandes de todos los tiempos. Valencia fue Babilonia entre 1325 y 1671, aproximadamente. Durante tres siglos y medio una zona de la ciudad estuvo reservada para viviendas de las prostitutas, una suerte de Barrio Rojo de Amsterdam con puntos en común con la famosa calle Reeperbahn de Hamburgo. A él podían acceder todos los hombres mayores de edad que no fueran ni sarracenos ni judíos.
Fue el rey Jaume II el Just el que ordenó emplazar la mancebía en la pobla de Bernat Villa. Al noroeste de la ciudad, fuera de las murallas, ocupaba un área que iba entre las calles Salvador Giner, Alta, Ripalda y Guillem de Castro. Se hallaba fuera de las murallas, pero, por azar, con la ampliación del recinto de la ciudad en 1356 se quedaron dentro. Tal y como señala la historiadora Noelia Ràngel en su artículo 'Moras, jóvenes y prostitutas: Acerca de la prostitución valenciana a finales de la Edad Media', la existencia del burdel de Valencia no era precisamente una rara avis en el Mediterráneo.
"No es un fenómeno irrelevante en la Edad Media, sino que es una dimensión esencial de dicha sociedad. Poco a poco, bajo el impulso de los eclesiásticos, fue arraigando una mirada utilitaria hacia las prostitutas: si bien eran denigradas por su trabajo, a causa del tabú del sexo, a diferencia de otros grupos marginados, eran consideradas como un mal necesario. Al fin y al cabo las prostitutas ejercían un rol social", escribe en su artículo Rángel.
La mencebía de Valencia ha sido refelejada profusamente en la historiografía valenciana. Especialmente significativo es el libro de 1876 de Manuel Carboneres Picaronas y alcahuetes o la mancebía en Valencia, un volumen que se ha convertido en el punto de referencia de historiadores y estudiosos que se han ido aproximando al fenómeno.
SE INTENTÓ FRENAR SU EXPANSIÓN
¿Qué tenía de especial esta mancebía valenciana con respecto a otras famosas de España, como por ejemplo la de Sevilla (que se creó en 1337) o la de Barcelona (1448)? Según constata Eduardo Muñoz Saavedra en 'Ciudad y prostitución en España en los siglos XIV y XV', la práctica era habitual. Pero la de Valencia fue mejor que la de ninguna otra ciudad. Quizá porque se quedó dentro de las murallas, quizá por su riguroso sistema de control médico y de orden público... Fuese por el motivo que fuese, triunfó. Y eso provocó críticas y recelos. Prácticamente desde el principio se intentó frenar la expansión del meretricio. "A fines del siglo XIV, algunas ciudades como Valencia, dedicaron parte de su erario público a las mujeres arrepentidas concediéndoles una dote para su integración social a través del matrimonio", escribe Muñoz Saavedra.
Fue inútil. Las arrepentidas o repenides, que es como se les cita en la documentación, eran más bien pocas. Las prostitutas valencianas cobraron fama nacional. A principios del siglo XVI la mancebía de Valencia tenía los precios más altos del reino de España. Acostarse con una prostituta de Valencia era el doble de caro que en cualquier otra ciudad de la corona española, explica el historiador Fernando Javier López. Las postitutas ganaban tanto dinero que se adornaban con las mejores sedas y causaban la envidia de las damas de la alta sociedad.
La ciudad se convirtió en algo así como Las Vegas del Medievo mediterráneo, la metrópoli de la perdición, y la fama de las damas del amor mercenario se convirtió en motivo de escándalo. Daba igual que prohombres de la ciudad como San Vicente Ferrer las aceptaran como ese mal menor, antes citado. Daba igual que las autoridades actuaran con ellas con rigor, y tuviesen contratados a galenos que visitaban regularmente a las prostitutas para controlar la propagación de enfermedades venéreas. Las voces que pidieron un control más férreo sobre el burdel fueron en aumento.
Era, en cierto modo, una ciudad dentro de la ciudad. Tal y como relata Vicent Graullera en su artículo 'Los hostaleros del burdel de Valencia', la vida en este recinto no se ceñía sólo al negocio carnal sino que también "se nutría de otras muchas actividades, como la de organizar comidas o festejos. Algunas mujeres públicas que tenian condiciones para el canto, lo hacían para la clientela, organizándose todo tipo de diversiones que hiciesen más placentera la estancia de los visitantes".
Lentamente se fue estrechando el cerco al burdel. Se impuso que las calles adyacentes se cerraran por las noches. Los hombres que querían cortejar a sus amadas meretrices se vieron obligados a saltar las tapias. Otra argucia consistía en sobornar a los hostaleros del burdel para que dejasen la puerta abierta; se arriesgaban a sanciones sí, pero estaba tan extendida esta práctica que las sanciones se pagaban directamente de un fondo común. Hay relatos de prostitutas descubiertas disfrazadas de hombres, intentando salir para ver a sus amantes.
ENCERRADAS DURANTE LAS 'FIESTAS DE GUARDAR'
La pacata sociedad medieval seguía escandalizada por la libérrima vida de las pecadoras. Comenzaron a limitarse sus movimientos. Mediado el siglo XVI fue costumbre que se las recogiera con motivo de festividades. Primero fue con Semana Santa; después, con cada fiesta relacionada con la Virgen María. "El día antes de la festividad las mujeres eran reunidas en el burdel, para conducirlas ordenadamente al lugar del retiro, que era generalmente el Convento de Arrepentidas de San Gregorio; una vez allí se les impedía salir a la calle y para mitigar su ocio se las entretenía con charlas religiosas, buscando a través de la oración el arrepentimiento de su pasada vida", escribe Graullera.
Finalmente se impuso la disciplina, la severidad, la austeridad y la mancebía de Valencia se cerró, como todas las de España, con los primeros años del reinado de Carlos II, finales del XVII. Las últimas prostitutas fueron enviadas a la casa de las repenides, el convento de San Gregorio, justo donde hoy se encuentra el Teatro Olympia de Valencia, en la calle San Vicente. Allí acabaron las últimas siete prostitutas oficiales que tuvo la ciudad cuya conversión a la vida monacal, realizada por un padre jesuita, se convirtió en leyenda urbana y se habló de ellas como los siete ángeles.
Aún así su leyenda continuó viva. Giacomo Casanova visitó el solar de las fembres pecadrius, otro de los nombres con los que se conocía al gran burdel. Lo hizo en 1769 y declaró: "Nunca he visto ni he vivido en una ciudad tan lasciva y hedonista como la Valencia de los Borgia." Lujuria. Perversión. Pecado. El mito del prostíbulo de Valencia se ha convertido ahora en una ruta turística. Una empresa, viajes DPM, especializada en paquetes temáticos, organiza visitas a los lugares más emblemáticos del lenocinio valenciano.
Aproximadamente cuando suenan las campanas de la Catedral, las que anuncian el cierre de las puertas de la ciudad, grupos de no más de treinta personas se reúnen en la plaza del Patriarca. Desde ahí dan un paseo al anochecer por la Valencia gótica, "dónde se ubicaba el mayor prostíbulo de la Europa medieval" recuerdan en la información la agencia; se leen relatos eróticos escritos hace 500 años y en 69, "plataforma de vanguardia erótica" ubicada en pleno barrio del Carmen, se degusta una cena a base de tapas afrodisíacas.
Ya nada queda de la mancebía de Valencia, sólo el vago recuerdo de su fama, textos de investigadores y los nombres sueltos de algunas mujeres que vieron como su condición, sus tragedias, sus vidas, han permitido a los estudiosos conocer en profundidad el desconcertante equilibrio social de una ciudad que era conocida en todo el orbe por sus productos de seda, sus ballestas (muy apreciadas en Flandes), su arquitectura (con edificios como la Lonja) y sus meretrices.


martes, 10 de noviembre de 2015

LA LEPRA Y LOS LEPROSOS

La lepra es una enfermedad infecciosa crónica causada por un bacilo acidorresistente llamado Mycobacterium leprae. Afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias altas y los ojos. Se trata de  una enfermedad curable. Si se trata en las primeras fases, se evita la discapacidad. La lepra tiene dos formas comunes: la tuberculoide y la lepromatosa. Ambas formas ocasionan úlceras en la piel, pero la forma lepromatosa es la más grave y produce grandes protuberancias e hinchazones (nódulos).

Desde 1995, la OMS proporciona gratuitamente a todos los enfermos leprosos del mundo el tratamiento multimedicamentoso, que es una opción curativa simple, aunque muy eficaz, para todos los tipos de lepra. La eliminación mundial de la lepra (es decir, una tasa de prevalencia mundial de menos de 1 caso por 10 000 habitantes) se alcanzó en el año 2000. A lo largo de los últimos 20 años, con el tratamiento multimedicamentoso se ha conseguido curar a cerca de 16 millones de pacientes con lepra.

Breve historia de la enfermedad y su tratamiento
La lepra ya era conocida por las antiguas civilizaciones de China, Egipto y la India. La primera referencia escrita a esta infección se remonta aproximadamente al año 600 a.C. A lo largo de la historia, los enfermos leprosos se han visto condenados al ostracismo por sus comunidades y familias.
En el pasado el tratamiento de la lepra era distinto. El primer avance importante se realizó en los años cuarenta con la obtención de la dapsona, medicamento que detuvo la enfermedad. No obstante, la larga duración del tratamiento —de años o incluso durante toda la vida— dificultaba su cumplimiento. En los años sesenta, M. leprae empezó a manifestar resistencia a la dapsona, el único medicamento antileproso conocido por entonces. A principios de los años sesenta se descubrieron la rifampicina y la clofazimina, los otros dos componentes del tratamiento multimedicamentoso.

En 1981, un grupo de estudio de la Organización Mundial de la Salud recomendó el tratamiento multimedicamentoso a base de dapsona, rifampicina y clofazimina, asociación que elimina el bacilo y logra la curación.
Modos de transmisión
El contagio es de persona a persona por contacto directo y prolongado, entre 3 y 5 años. Se produce entre un enfermo no tratado con posibilidad de transmitir (no todos los que padecen lepra contagian) y una persona susceptible, es decir con una predisposición especial para enfermar. Según la estadística el 80% de la población posee defensas naturales contra la lepra y solo la mitad de los enfermos no tratados son contagiantes.
Las vías de transmisión incluyen principalmente, las secreciones respiratorias de una persona enferma y no tratada, y en menor medida en heridas de la piel y secreciones nasales.
Últimas leproserías
Aunque la lepra se puede curar desde los años cuarenta y los leprosos no sufren ya las deformaciones de antaño, la sociedad no ha despojado todavía a esta enfermedad de su estigma repulsivo y morboso. “Somos capaces de dar 500 pesetas por los leprosos, pero no de darles la mano”, dice sor Montserrat, una religiosa que lleva 30 años en la leprosería de Fontilles (Alicante). En España, donde esta patología se considera erradicada, el número de afectados ronda los 5.000, pero solo 600 la padecen en activo.

El Sanatorio Leprológico de Fontilles -el otro que hay en España está en Trillo (Guadalajara)- se levantó a principios de siglo, en un lugar aislado de la serranía alicantina. Sus 130 pacientes forman una pequeña comunidad de leprosos cuyo horizonte no alcanza más allá del muro de tres metros de alto que la rodea. Hoy, con la lepra controlada en España, Fontilles se ha convertido en una residencia de ancianos con minusvalías provocadas por la enfermedad. Juana P. no recuerda su edad, pero aparenta más de 80 años. La encontraron hace dos en una cueva de Mallorca y fue trasladada a Fontilles, casi inválida por una lepra muy avanzada. Según José Terencio, director médico de Fontilles, su caso es “único en Europa, porque la enfermedad le ha afectado a la voz, un síntoma típico del enfermo de lepra medieval”. Por eso habla tan bajito y murmura que se quiere ir a casa por Navidad, pero no tiene a nadie.
Los especialistas calculan que en España, en 1992, hay casi 5.000 afectados por la lepra, aunque José Ramón Gómez aclara que solo unos 600 están activos, es decir, desarrollando la enfermedad. “El resto ya se ha curado, pero continúa en tratamiento para evitar posibles recaídas”, explica.

sábado, 7 de noviembre de 2015

LAS PESTES EN LA EDAD MEDIA

Las pestes del Medioevo

Durante la Edad Media, la peste fue un fenómeno presente en la vida de las personas, pero sus características, nocividad y expansión variaron profundamente.
La lepra, al parecer poco frecuente hasta el siglo VI, se propagó en esta época, a juzgar por los textos legislativos o reglamentarios que se ocupaban cada vez más del tema. Pareció retroceder durante el siglo VII, recuperando su vigor en el siglo siguiente, y volviendo a disminuir otra vez hacia los siglos IX y XI.
Otra enfermedad que se creía desaparecida, la viruela, resurgió en el siglo VI. Se desvaneció durante algún tiempo y luego volvió a manifestarse. El rey Hugo Capeto de Francia habría muerto por esa enfermedad en 996. La viruela prácticamente desapareció después del siglo XI, al menos en Europa del norte.
Europa sufrió un nuevo flagelo: la peste bubónica. Esta pandemia llevaba el nombre de "Peste de Justiniano". Había entrado por el Mar Rojo a Egipto, llegó a Constantinopla en 542, y desde allí se propagó. Afectó en 543 a Italia y Marsella, y entró a Tréveris por el valle del Ródano. En su Historia de los francos, Gregorio de Tours escribió: "La muerte en sí era rápida, porque se producía en la ingle o en la axila una herida parecida a la mordedura de una serpiente, y ese veneno provocaba la muerte, de manera tal que el enfermo entregaba su alma al día siguiente o al otro. Pero la violencia del veneno hacía perder el sentido a los hombres". Paul Diacre hablaba de: "pequeños ganglios en forma de nuez o dedo" que aparecían en la ingle o en otras partes. "La aparición de estos ganglios era seguida inmediatamente por una fiebre intolerable y el enfermo moría en el término de tres días. Pero si el paciente superaba los tres días, tenía esperanzas de sobrevivir".
Jean-Nöel Biraben, en su libro sobre la peste, señala que la epidemia de Marsella que describía Gregorio de Tours era la quinta que se había producido sólo en Occidente de 588 a 591. "Una nave proveniente de España con su cargamento habitual, ingresó al puerto de esa ciudad [Marsella] trayendo, desgraciadamente, el germen de esta enfermedad. Muchos habitantes compraron allí diversas mercancías. Una casa en la que vivían ocho personas quedó rápidamente vacía, pues todos sus habitantes murieron por el contagio. Esta epidemia incendiaria no se extendió en forma inmediata a todas las viviendas, pero después de interrumpirse por algún tiempo, volvió a encenderse como una llama en medio de una cosecha e hizo arder a toda la ciudad con el fuego de la enfermedad". El obispo de la ciudad le suplicó a Dios que pusiera fin a esta mortandad. "La plaga cesó completamente durante dos meses, y mientras la población regresaba tranquila a la ciudad, la enfermedad volvió a manifestarse, y los que habían vuelto, fallecieron. Más tarde, la ciudad fue aquejada en muchas oportunidades por ese flagelo mortal".
Es curioso comprobar que los médicos bizantinos, racionalistas, insistían en explicar la propagación de la enfermedad por la contaminación del aire y se negaban a admitir que el contacto con los enfermos pudiera tener alguna importancia.
Se aconsejaba huir. En 571, Gregorio de Tours partió hacia Brioude, pero si bien él mismo no se enfermó, la peste atacó a dos de sus sirvientes. En 588, los habitantes de Marsella abandonaron su ciudad. Existían procedimientos menos racionales: en Auvergne, en 543, dibujaban en las paredes de las casas e iglesias un signo que los campesinos llamaban Tau. El paganismo estaba lejos de haber sido extirpado, y la propia madre de Gregorio de Tours apelaba a la oniromancia (adivinación de los sueños). "Cuando esa famosa enfermedad de las ingles, que fue expulsada por las plegarias del obispo saint Gall, llegó a Auvergne, y de pronto se vieron los muros de las casas y las iglesias cubiertos de signos y caracteres, mi madre creyó ver en sueños, durante la noche, que el vino que guardábamos en nuestros sótanos se había convertido en sangre. Cuando se lamentó y gritó: '¡desdichada de mí! ¡mi casa lleva la señal de la plaga!', un hombre le dijo: '¿Sabes que pasado mañana, que será el día de las calendas de noviembre, se celebrará la fiesta de la pasión del mártir Benigno?'. '¡Lo sé', dijo ella. Entonces, él replicó: 'Ve, pues, y vela toda la noche en su honor, haz decir misas, y serás preservada de la plaga'. Cuando mi madre se despertó, hizo lo que le habían ordenado, y nuestra casa permaneció intacta en medio de las casas vecinas marcadas con los signos fúnebres".
"Tau", letra del alfabeto griego, que también era utilizado como símbolo de salvación ante las epidemias
Los daños fueron considerables, aunque geográficamente se limitaron a la costa mediterránea de Europa. Pero la peste se repitió varias veces: se produjeron unos veinte rebrotes con espacios de nueve a trece años entre 541 y 767. Luego desapareció, no sólo de Europa, sino también de Asia y África.
A partir del siglo IX, se inició un nuevo período. Mientras la lepra retrocedía, la viruela aparecía de forma esporádica y la peste desaparecía, aparecieron nuevas plagas. En primer lugar, el "fuego sacro", más tarde conocido como "fuego de San Antón", ya que se había desarrollado al interior de una orden religiosa. Se trataba de una intoxicación por el cornezuelo del centeno que, mezclado con harina, daba origen a dos formas de enfermedad. Cuando era fuerte y compulsiva, se producían espasmos acompañados de dolorosas contracturas, que provocaban la muerte; cuando era débil o gangrenosa, los miembros se ennegrecían, se secaban y se rompían en las articulaciones. La gente medieval creía que el ennegrecimiento se debía a un fuego interior que quemaba los miembros, y por eso fue denominada "fuego sacro". Como las condiciones climáticas eran favorables, hizo estragos en el siglo X, provocando una gran cantidad de muertos y lisiados. Alemania e Inglaterra se vieron afectadas a comienzos del siglo XII, apogeo de la enfermedad en Europa occidental.
Una segunda epidemia, la gripe, apareció súbitamente en el invierno de 876-877. Síntomas como fiebre, problemas oculares y tos afectaron especialmente a los habitantes de la región renana, tras el regreso del ejército imperial desde Italia.
El paludismo, propio de las regiones mediterráneas, se propagó hacia el norte llevada por los vikingos que volvían de sus incursiones en África y el Mediterráneo.
A principios del siglo XII, volvieron las antiguas epidemias: la viruela en las zonas mediterráneas; la lepra, debido a los contactos comerciales con Oriente, mientras que el "fuego sacro" disminuye rápidamente hacia el 1100.
El comercio entre Europa y Oriente también sirvió de puente para la transmisión de enfermedades
Además, también se desarrolló el escorbuto, que afectó a las regiones consumidoras de carne y pescados salados. También afectó a las fuerzas del rey francés Luis IX en Damietta (Egipto) en 1248. Joinville relataba: "El único pescado que comimos en el campamento, durante la cuaresma, fue locha, y las lochas comen gente muerta, porque son peces voraces. Y por causa de esa desgracia, por causa de la incomodidad del país donde jamás llueve una sola gota de agua, hemos contraído la enfermedad del ejército, por la cual se nos secaba la carne de las piernas, y la piel de nuestras piernas se llenaba de manchas negras y de color tierra, como una bota vieja. Y al contraer la enfermedad, se nos pudría la carne de las encías, y nadie se libraba de esta enfermedad, sino que debía morir. El signo de la muerte era que cuando sangraba la nariz, la gente moría... La enfermedad empezó a agravarse en el campamento de tal manera que nuestros soldados tenían tanta carne muerta en las encías que los barberos debían sacarles la carne muerta para que pudieran masticar la comida y tragarla. Daba mucha pena oír en el campamento los alaridos de la gente a la que le cortaban la carne muerta, porque daban alaridos como mujeres en trabajo de parto".
La tuberculosis aparecía en los textos, durante la Alta Edad Media, especialmente bajo la forma de la tisis, pero lo que más se mencionaba eran las escrófulas. En el siglo XII se desarrolló en Inglaterra y Francia la idea de que el rey podía curar las escrófulas tocándolas.

Fuente: Jean Verdon, Sombras y luces de la Edad Media, Editorial El Ateneo, Buenos Aires 2006

miércoles, 28 de octubre de 2015

AUCA MEDIEVAL




LA FERIA MEDIEVAL DE CONCENTAINA

La Fira de Tots Sants, de origen medieval, se celebra desde 1346, por lo tanto es documentadamente una de las ferias con más antigüedad de España, esta declarada actualmente Fiesta de Interés Turístico Nacional, es sin duda uno de los eventos con mayor poder de convocatoria pues cerca de medio millón de visitantes se concentran en la feria cada año. El  mercado medieval cristiano y el zoco árabe en los barrios medievales de la Vila y el Raval, son una vistosa recreación que llena de colores y aromas las calles del casco antiguo. Además se concentran un sinfín de actividades culturales, una combinación única de música, danzas, acrobacias, malabares, teatro, pintura, escultura, divulgación, y otras muestras que cada año sorprenden a los visitantes.

La feria es por tanto un recurso de gran interés que exporta el nombre de Cocentaina a todos los rincones del Estado. Las fechas son variables, pero siempre se incluye el día 1 de noviembre, día de Todos los Santos. Para este 2015 la feria será del 30 de octubre al 1 de noviembre.

domingo, 25 de octubre de 2015

Putas, esclavos, la Casa de la Ciudad... 10 curiosidades de la Valencia del XV


 A finales del siglo XV, dice el catedrático de Historia Medieval Rafael Narbona Vizcaíno, no había artesano en Valencia que no se preciara de tener su propio esclavo. Sin embargo este hecho ha sido de continuo soslayado. Cuando se habla del Siglo de Oro valenciano se menciona mucho a la imprenta, los negocios con Flandes, la agitada vida cultural y política, pero nunca a la esclavitud.
No es el único vacío, vergüenza, mito o confusión que rodea al XV valenciano. Otro ejemplo: Pese a que desde finales de los años 80 se sabe que los Baños del Almirante no son de origen musulmán, sino posteriores, la tradición no parece haberse dado por aludida y aún hoy son muchos los que, como bromeaba Narbona, aún se creen que los cristianos no se lavaban.

La obra aborda aspectos tan distintos como el de la iglesia valenciana, la arquitectura, la economía, la gastronomía, el comercio o la propia sociabilidad "en un tiempo en el que llegó a haber dos Papas simultáneamente, el primer Santo valenciano, se levantó una edificación como la Lonja pagada por la ciudad, y la Casa de la Ciutat era el centro político del antiguo Reino de Valencia, porque de ella eran más de la mitad de los diputados". Y no rehúye aspectos que pueden ser "polémicos" entre los historiadores, dijo Narbona, y que vienen también a erradicar "algunos tópicos".

1. El mercado de esclavos era la calle. Uno de los temas que trata el libro es el olvidado tráfico de esclavos que se daba en la Valencia del XV. Al inicio del siglo procedían del Magreb o Granada, sobre todo hombres adultos. A estos esclavos se unieron los tártaros y rusos, además de circasianos, con predominio de mujeres jóvenes. Sería a partir de la mitad del siglo que comienzan a proliferar los esclavos subsaharianos. "Vemos así en Valencia, desde finales de ese siglo XV, a auténticos tratantes de esclavos, negreros en toda la extensión del término, locales o foráneos, conduciendo cargamentos de decenas de esclavos subsaharianos", escribe Francisco Javier Marzal Palacios. Las transacciones tenían lugar en las calles y plazas más concurridas, siendo una escena habitual la del corredor o intermediario subastando un esclavo por encargo de su propietario.
2. Los ricos se hacían el pan en casa. Entre otros datos novedosos que ofrece el libro, Narbona destacó este lunes el censo de panaderías existentes en Valencia. En 1407 eran 76 dedicadas a la elaboración de pan integral, y apenas seis o siete que elaboraban pan blanco. Según explicó Narbona las familias con más recursos "no compraban el pan en ninguno de estos establecimientos, sino que lo elaboraban a su gusto en los propios hogares. El que podía se lo amasaba".
3. La seda no se hereda; es de Génova. Otro mito que quiso derribar Narbona es el de que la industria sedera era herencia del tiempo de los musulmanes que posteriormente desarrollaron los judíos de Valencia. Según explicó este lunes, en la ciudad llegó a haber 1.200 telares de sedería cuyo origen tuvo mucho que ver con la llegada a nuestra ciudad de artesanos genoveses, "más que ser una herencia". Y es que, como insistió en diversas ocasiones Narbona, lo que sucedió tras la llegada del rey Jaime I es que comenzó una nueva ciudad, prácticamente de cero. "La valenciana era una sociedad nueva en plena efervescencia, crecimiento y desarrollo", dijo.
4. Los baños cristianos. Pese a que desde finales de los 80 se tiene certeza del origen cristiano de los Baños del Almirante, en el imaginario colectivo aún perdura la convicción de que son de origen musulmán, un error que Narbona atribuye a la historiografía romántica. A mediados del XIV aún se podían catalogar en Valencia unas quince casas de baño. La configuración del parque balneario de la ciudad, dice Agustí Campos Perales en el artículo sobre los baños del Almirante, "es una creación de nueva planta que sólo aprovecha eventualmente algunos de los antiguos baños".
5. Así era la Casa de la Ciudad. Uno de los aspectos más llamativos del libro es la excelente reconstrucción de cómo era la Casa de la Ciudad que ha realizado el infografista valenciano Raúl Camañas, junto a Pedro Santero y Óscar Palma, con documentación de Federico Iborra y el propio Narbona. Demolida en 1860, tal y como recordó Lagardera era una especie de suma de edificios que cobraba sentido por ser el centro de poder político de la ciudad. De ella hoy sólo queda el artesonado de madera que está en la Lonja, el retablo de Vrancke van der Stockt, una roca... Gracias a la infografía, el lector puede imaginarse cómo era la histórica sede municipal de Valencia, sus lugares de reunión, sus dependencias...
6. Un burdel de leyenda, vestidos blancos y delantales azules. Mitificado por su extensión, ciudad dentro de la ciudad, el burdel medieval de Valencia se ha convertido incluso en ruta turística. En el Siglo de Oro valenciano, el burdel convivía con la vida urbana, y, como apunta en el libro Noelia Rangel, "no era una casa o edificio sino todo un barrio con diferentes hostales y una serie de casitas de propiedad particular". Más detalles. No era un espacio marginal, descuidado o sórdido; más bien al contrario, el aspecto de las casitas era limpio y cuidado, según los testimonios de la época. Aunque la prostitución se beneficiaba de la legislación, las medidas públicas tomadas desde mediados del XIV demuestran que la consideración oficial era que las prostitutas tenían un trabajo deshonesto y reprobable. Por ejemplo, para diferenciar a las meretrices de las mujeres decentes se les obligó a las primeras a vestir con vestido blanco y delantal azul.
7. Los pobres, pan y vino; los ricos, chuletas con azúcar. El artículo ‘La alimentación antes de América' de Juan Vicente García Marsilla afronta una de las cuestiones más curiosas del XV, en ocasiones olvidada: la gastronomía. En él explica que las clases bajas comían mucho pan y vino, apenas carnes y unas pocas legumbres, cebollas y ajos. En cambio, mercaderes, nobles y alto clero disponían de cocineros profesionales, para los que se escribieron libros de recetas muy complejos. Las salsas de la época contenían numerosas especias como pimienta, canela, clavo, jengibre, azafrán y otras menos usadas hoy como el macís, la galanga o el grano del paraíso. Lo picante se unía con lo dulce, untando por ejemplo las chuletas con azúcar. Se buscaba una experiencia gustativa audaz, la sorpresa y el ingenio como en la cocina de autor actual.
8. El estrés en el siglo XV. Como insistió este lunes Lagardera, Valencia era la ciudad más populosa de la Península Ibérica durante este sigo: más que Madrid y Barcelona. Era una ciudad rica, verdaderamente rica. La Valencia del Siglo de Oro no sólo ofrecía oportunidades de promoción social, sino también "una competencia feroz", dice Luis Almenar Fernández en el artículo ‘La calidad de vida'. "Muchos pequeños mercaderes y artesanos tuvieron que renunciar a desarrollar su actividad de manera autónoma para actuar como intermediarios, quedando al servicio de los hombres del gran comercio. La posibilidad real de fracaso podía comportar, como de hecho comportaba, fines verdaderamente dramáticos".
9. Un guardián para la despensa. El artículo ‘El Almudín y el abastecimiento de la ciudad' de Enrique Cruselles Gómez alude a las penurias provocadas por los problemas de aprovisionamiento de las grandes ciudades bajomedievales. El auge mercantil de Valencia generó en el siglo XV un procedimiento mediante el cual el presupuesto público financiaba anualmente una subvención destinada a incentivar la importación de grano, tanto por mar como por tierra. Se pagaba por cahiz de cereal. El grano se almacenaba en el Almudín y su vigilancia estuvo asignada al Guardia del Amudín, un cargo creado en 1416.
10. El retablo del vecino. Una de las huellas más evidentes de la fecundidad del Siglo de Oro valenciano son las obras de arte. Los monarcas eran a menudo los primeros en importar estilos pictóricos llegados de fuera. Así lo hicieron Juan I y Martín el Humano, quienes favorecieron la difusión del conocido como gótico internacional. La alta sociedad valenciana demandó este tipo de retablos, lo que favoreció el asentamiento en la ciudad de maestros como el italiano Starnina, Marçal de Sax, o el catalán Pere Nicolau. Todos querían tener el mejor retablo para que luciera en la capilla de su casa. "Se inició (...) una auténtica competición" entre los nobles, escribe García Marsilla, "y esa rivalidad se expresa en los mismos contratos, junto con un deseo de emulación que no tenía ningún empacho en especificar que el pintor tenía que seguir el modelo del retablo del vecino". 
 
Con el objetivo de fijar la Historia y derribar inexactitudes, Narbona ha editado y coordinado un libro en el que 27 historiadores y especialistas realizan un repaso a la ciudad en su época de mayor esplendor. Bajo el título Ciudad y Reino. Claves del Siglo de Oro Valenciano, en el volumen, diseñado por Marisa Gallen, los autores desarrollan textos en los que ofrecen hasta 80 claves sobre un período histórico que el propio catedrático quiso delimitar más allá del estricto siglo XV, acotándolo cronológicamente entre 1375 y 1516.
Dividido en cinco apartados, el libro es un manantial de información del que el periodista y coordinador editorial de la obra, Juan Lagardera, destacó su rigor. Del mismo modo Narbona explicó que el objetivo era "hacer una obra asequible e inteligible por personas que trabajan en la Universidad y en los Archivos valencianos". En este sentido el catedrático aseguró que Valencia tiene "la fortuna" de ser "la ciudad con más información medieval y en concreto del siglo XV", una ventaja a la hora de investigar a la que se une el cada vez mayor número de archiveros con formación universitaria, entre los que figuran algunos de los coautores de esta obra "en la que coinciden desde reputados catedráticos a alumnos de máster", o personalidades de la talla de la historiadora Mercedes Gómez-Ferrer, el profesor Eduard Mira, o el fundador de Capella de Ministrers, Carles Magraner.

http://epoca1.valenciaplaza.com/ver/155563/valencia-putas-esclavos-siglo-oro.html

martes, 20 de octubre de 2015

20 razones por las que no habrías besado a ninguna persona de la Edad Media

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¡Llegan a ser incluso divertidas!

No habrías besado a ninguna persona de la Edad Media porque, la verdad, su higiene era bastante dudosa. A continuación te presentamos algunas de las prácticas de higiene más impactantes utilizadas en la Edad Media:

1. Utilizaban orinales

Los orinales se utilizaban para hacer orina durante la noche. Si no tenías uno, podías orinar por la ventana o vayamos a saber dónde…
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2. El maquillaje

El albayalde fue utilizado como maquillaje por hombres y mujeres, ya que les encantaba mantener una apariencia blanca. Pero para su desgracia, contenía plomo, el cual se filtraba a través de la piel y causaba intoxicación.
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3. No utilizaban papel higiénico

El papel higiénico no existía, por lo que los pobres limpiaban su trasero con hojas o musgo y los ricos lo hacían con lana de cordero.

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4. Utilizaban cenizas y orina para lavar la ropa

Los desechos de cenizas y la orina ayudaban a eliminar las manchas, en esa época eran unos muy buenos agentes desengrasantes.
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5. Limpiadores de trasero

Si hubieras sido rey, habrías tenido a alguien que se dedicaba exclusivamente a limpiarte el trasero.
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6.  Baño  compartido

Debido a la escasez de leña, tomar un baño era realmente caro, por lo que no todo el mundo se podía permitir uno. Cuando lograban tener agua caliente, los primeros en ingresar al baño eran los hombres, seguido por las mujeres, y por último los bebés y niños.
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7. Los retretes no eran para todos

Los pobres no tenían inodoros, de esta manera hacían sus necesidades donde podían. Eso sí, se preocupaban de enterrar los residuos.
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8. La mayoría de las personas llevaban flores

Pero esto no lo hacían por estética. Cada persona se preocupaba de llevar una bolsita con flores para olerla mientras paseaban por la ciudad o se encontraban con grandes multitudes, de esta manera evitaban los malos olores.
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9. Cejas peludas

En esa época la moda consistía en tener cejas peludas. Es así cómo la gente se pegaba pelo de ratón para lograrlo.
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10. Pozos pero no de agua

En esa época el alcantarillado no funcionaba muy bien, por eso las personas tenían que conformarse con poner sus residuos en un pozo que tenían en el jardín. ¿Te imaginas el olor que había durante los meses de verano?
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11. La gente usaba pelucas

Los piojos y liendres eran algo muy común en esa época. Casi todo el muno tenía, por eso la mayoría de la gente se afeitaba la cabeza y utilizaba pelucas en su lugar.
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12. El dosel en las camas era necesario

Los doseles son muy bonitos, pero en ese entonces no tenían un uso simplemente estético. Muchas casas tenían techo de paja, por lo que era común que insectos, excrementos de aves y suciedad cayera sobre la cama, es así como los doseles ayudaban a mantener las camas limpias.
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13. La cura para la calvicie y la eliminación del vello no deseado

Una publicación del siglo XVII , de Peter Levens, decía que para curar la calvicie, se debía aplicar en la cabeza una mezcla de excremento de gallina con sales de potasio. Mientras que para eliminar el vello no deseado, había que untarse una mezcla de estiércol de gato, huevo y vinagre.
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14. Los sombreros no eran solo por moda

En las comidas los hombres a menudo no se sacaban el sombrero, y no porque fueran mal educados: no querían que los piojos cayeran en su comida.
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15. No tenían servilletas

Utilizaban pan para limpiarse la cara y los dedos… ¿Se lo comerían después?
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16. Los tenedores estaban prohibidos

La Iglesia condenó su uso, ya que pensaba que Dios no les habría dado dedos si hubiera querido que utilizaran los tenedores. ¿En serio?
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17. Los pisos eran de paja

La mayoría de las casas tenía piso de tierra, por eso utilizaban paja y caña para cubrirlo. Esta práctica fue una de las mayores fuentes de infección.
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18. Los tanques de agua se encontraban forrados con plomo

Las cañerías y los estanque de agua eran forrados con plomo para que el agua no se filtrara.
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19. No habrías querido besar al principe James VI

Se dice que el rey James VI de Escocia llevaba la misma ropa durante meses, no se la sacaba ni para dormir. También pensaba que el baño era malo para la salud, así que tampoco se bañaba. ¿Te imaginas su olor?
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20. La higiene bucal era bastante precaria

Fuera Rey o vasallo, todos tenían los dientes marrones. Claro que hacían algo de esfuerzo para mantenerlos limpios: masticaban hierbas para refrescar el mal aliento, se enjugaban la boca con agua y se frotaban un paño en sus dientes para limpiar las partículas de comida sobrantes.
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domingo, 8 de marzo de 2015

¿Sabías que la primera vacunación en el mundo para inmunizar a una población frente a una enfermedad bacteriana fue en Valencia?

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Una de las enfermedades infecciosas de mayor gravedad durante el siglo XIX fue el cólera. Produjo cuatro grandes pandemias que llegaron a Valencia en forma de cinco epidemias. Durante la ocurrida en 1885, que produjo casi cinco mil muertes, el microbiólogo catalán Jaume Ferran utilizó en Valencia por vez primera en el mundo una vacuna frente a la enfermedad, que a su vez fue la primera vacuna antibacteriana aplicada al hombre. La Facultad de Medicina, el Instituto Médico Valenciano y el Cuerpo Municipal de Higiene y Salubridad fueron las principales instituciones valencianas relacionadas con el cólera de 1885 y la vacunación de Ferrán.
La “medicina de laboratorio” tenía apoyos en la Facultad de Medicina de Valencia. Destacó Amalio Gimeno Cabañas, catedrático de terapéutica quien junto a Manuel Candela Pla, catedrático de obstetricia y ginecología, Pasqual Garín Salvador, profesor ayudante y posteriormente catedrático de cirugía, y Vicent Navarro Gil, profesor ayudante de terapéutica, formó parte del grupo que asimiló y difundió en Valencia el descubrimiento del vibrión colérico por Robert Koch en 1883 y observó y cultivó vibriones a partir de las deposiciones de enfermos del brote de Beniopa (La Safor) de 1884, antecedente de la epidemia de 1885.

Hasta ayer desconocía  su existencia y  colaboración a la ciencia pues sacarlo a mi blog se ha debido a una placa conmemorativa en la calle de Pascual y Genis nº 23 de Valencia, que reconoce la situación de su laboratorio en un edificio de dos plantas que todavía se conserva.
 
El 31 de diciembre de 1884, un trimestre antes del inicio de la gran epidemia en la ciudad de Valencia, los médicos Amalio Gimeno Cabañas, Pau Colveé Roura y Pasqual Garín Salvador visitaron a Jaume Ferran en Tortosa, quedando tan convencidos que se vacunaron, y Gimeno publicó inmediatamente el artículo La vacunación contra el cólera. Fue un acto muy valiente pues las vacunas eran vistas por una parte de la sociedad como aberrantes, antinaturales y pecaminosas. Incluso había médicos en Europa que negaban que el vibrión fuera el agente causal del cólera. Así, defender la vacunación era nadar contracorriente en el siglo XIX.
Al comenzar en marzo la epidemia en Xàtiva, los profesores Amalio Gimeno y Manuel Candela Pla fueron comisionados por el gobernador. Defendieron la aplicación de la vacuna y la presencia de Ferran, que vino con el químico Inocent Paulí el 4 de abril y juntos confirmaron el diagnóstico. Ocho días después apareció el primer caso en la ciudad de Valencia y Ferran fue llamado de nuevo. Montó su laboratorio en una casa de Candela en el 23 de la calle Pascual y Genís. Colaboraron, además de Paulí, Garín, Navarro, Colveé y Vicent Peset Cervera. Gimeno defendió la vacuna en los ambientes académicos de Valencia y Madrid.
Hasta finales de julio se vacunaron más de cincuenta mil personas, un diez por ciento de ellas en la ciudad de Valencia. Entre ellos figuraron casi todos los profesores de la Facultad de Medicina. Fue el caso de Santiago Ramón y Cajal, por entonces catedrático de anatomía en la universidad valenciana y futuro Premio Nobel de Medicina. Destacó la campaña llevada a cabo en Alzira, en donde se vacunaron dos tercios de la población. Así, la primera vacunación en el mundo para inmunizar a una población frente a una enfermedad bacteriana fue en el Reino de Valencia de 1885: la anticolérica de Jaume Ferran y su fantástico equipo.

KOCH, NOS SACÓ DE LA IGNORANCIA

Heinrich Hermann Robert Koch ( 1843- 1910) ha pasado a la historia por ser el descubridor del bacilo que causa la tuberculosis, al que bautizó con su propio nombre. Pero este hallazgo no fue el único que este médico alemán, nobel de Medicina en 1905, logró ver a través de su microscopio. Koch, uno de los "padres" de la microbiología junto a Louis Pasteur, el descubridor de la vacuna contra el virus de la rabia, fue el primero que identificó la bacteria del cólera. Este mal que toma su nombre del vocablo griego que significa bilis, "dado que las heces que provoca son de ese mismo color amarillo verdoso" relata la profesora de la Universitat de València e historiadora de la Ciencia Mª José Báguena. En 1883, un año después del hallazgo de su bacilo más célebre, Koch aisló al vibrión -bacteria encorvada- del cólera en el curso de una epidemia en Egipto.

Báguena explica que la primera traducción al castellano del tratado de Koch sobre el cólera (foto) se editó en Valencia en 1884, en la imprenta de Pascual Aguilar, en el número 1 de la calle Caballeros. Su traductor fue Amalio Gimeno, catedrático de Terapéutica de la Facultad de Medicina de la Universitat, uno de los tres grandes "profetas" del Darwinismo en Valencia y a la vez un profundo defensor de la investigación microscópica realizada por precursores como Koch.
El primer gran hallazgo de Koch fue el bacilo del ántrax, causante del mal del carbunco, y que fue la base para convencer a comunidad científica de que las enfermedades contagiosas se debían a microorganismos y no a los malos olores o miasmas que se transmitían a través del aire, como se pensaba desde la Edad Media .

EL CÓLERA DE LA VALENCIA DE 1834

En la Valencia de los tiempos del cólera -seis epidemias sacudieron la ciudad desde 1834 hasta 1890- no hubo amor, sino pánico, mucho pánico. El miedo a la guadaña de una enfermedad que podía segar una vida apenas 24 horas después de declararse su síntoma más alarmante, una fuerte diarrea que provocaba la muerte por deshidratación, generaba "mucha alarma social", explica la profesora de la Universitat de València Mª José Bágena, historiadora de la Ciencia y una de las personas que más ha estudiado el por qué el "Cap i Casal" fue una de las ciudades españolas más castigadas por este mal que vino del Ganges.
Las cuatro fosas comunes con decenas de cuerpos enterrados en cal viva halladas por casualidad el martes pasado durante unas obras de saneamiento en el barrio de la Fuensanta, enfrente de la Misericòrdia, han reabierto una página de la historia que Valencia tardó muchos años en cerrar.
Báguena cuenta que la bacteria del cólera, el vibrión colérico (Vibrio cholerae) no salió hasta 1817 del subcontinente asiático, su foco endémico originario, provocando cuatro grandes pandemias que barrieron Europa de este a oeste durante el siglo XIX. Este cuarto jinete de la Apocalipsis cabalgó por Valencia en 1834, 1855, 1865 y 1885, con dos episodios de menor gravedad en los años de 1860 y 1890.
"El cólera-continua-causó un gran número de víctimas, ya que al desconocerse el origen y los mecanismos de propagación de esta enfermedad, las medidas sanitarias adoptadas para combatirlas eran del todo ineficaces". De hecho, hasta que Robert Koch no descubriese en 1883 el microbio que causaba este mal, todo fue como dar palos contra el agua, el medio precisamente en el que vive y se reproduce el vibrión.

Medidas impopulares e ineficaces
Antes de que Koch demostrase que el mecanismo de contagio del cólera es el agua, la lucha para evitar su difusión se basaba "en impopulares medidas sanitarias que generaban más malestar que beneficios sobre la población", detalla Báguena, que cita las protestas que ocasionaban los cordones sanitarios, el aislamiento en lazaretos o las cuarentenas.
La investigadora destaca que la epidemia de 1885, una de las más mortíferas, vino precedida de un otoño muy lluvioso y un invierno de heladas que echaron a perder la cosecha de naranja, "con lo que la prohibición de exportar naranjas debido a la cuarentena, agravó más la delicada situación económica por la que pasaban muchas familias".
Las autoridades, aunque sabían que era inútil, fumigaban sin descanso con gases antisépticos vagones de trenes y tranvías porque sabían que así tranquilizaban a una población aterrorizada al ver como la mayoría de enfermos, el 80%, morían sin remedio.
Lejos aún de la difusión de los antibióticos, que no aparecerían hasta después de la II Guerra Mundial, y de los goteros con sueros salinos para evitar la deshidratación, los médicos "no podían hacer otra cosa que recetar sustancias antidiarreicas, principalmente a base de opiáceos", detalla la investigadora.

El vibrión vino en el tren de Xàtiva
El cólera asiático de 1885 entró a Valencia desde Xàtiva a través del tren, ya que según informa Bágena el primer caso que se anotó en la ciudad, el 12 de abril en la plaza Pellicers, era el de un empleado de del ferrocarril que unía la capital de la Costera con la ciudad del Túria.
Esta última gran pandemia colérica, que se extendió por Francia en 1884, habría llegado a Xàtiva "posiblemente a través de jornaleros que habían estado trabajando en la vendimia en territorio galo", resalta la historiadora, quien añade que el primer caso se registró a principios de noviembre.
De allí pasó a Beniopa, cerca de Gandia, donde el día 11 de ese mes se declaró un brote que en tres días acabó más de la mitad de los 62 vecinos que enfermaron. "Uno de cada tres de los muertos en Beniopa eran menos de 10 años", aclara, algo que se iba a repetir después en Valencia "dado que los niños al tener menos masa corporal se deshidratan antes".
La cuchilla del cólera, a diferencia de la muerte que iguala a ricos y pobres, si que se cebó entre los más desfavorecidos, ya que la mayoría de las víctimas, principalmente ancianos y niños, provenían de familias humildes que vivían en zonas "donde las aguas fecales se mezclaban con las de beber al tener un deficiente sistema de alcantarillado, como el barrio del Carme, el entorno del antiguo Hospital General o las áreas de huerta donde se regaban las hortalizas con aguas contaminadas con heces".

"Un aliado de la higiene pública"
Pese a lo cruel que fue para Valencia esta enfermedad, Báguena insiste en que el cólera "es el gran aliado de la higiene pública, pues a partir del descubrimiento de Koch, ciudades como Valencia reformaron su sistema de alcantarillado y aislaron su red de agua potable".
Las primeras investigaciones, atribuyen las fosas de la Fuensanta a un posible cementerio para coléricos de la Misericòrdia, que durante el siglo XIX aún se encontraba junto al carrer Quart. La presencia en un Parcelario de 1902, que se guarda en la Cartoteca de la Facultad de Geografía de la Universitat, de una "Alquería de la Misericòrdia" en la misma zona, donde durante la primera mitad del siglo XX se trasladó esta institución benéfica cuyo complejo ocupan ahora dos institutos, reforzaría esta hipótesis. 

La epidemia de 1885, según Báguena, causó 4.919 muertos en Valencia, más de dos tercios de las 7.084 personas que contrajeron la enfermedad. El brote, que se declaró en abril, tuvo su punto culminante a principios de julio con más de 200 muertos diarios. En toda la provincia se contaron 20.000.

LA EPIDEMIA DE CÓLERA DEL S.XIX

La epidemia de cólera del siglo XIX, posible origen de los esqueletos de Fuensanta

lainformacion.com
miércoles, 17/06/09 - 17:02
   
Valencia, 17 jun (EFE).- Los esqueletos encontrados por unos obreros que trabajaban en las obras de saneamiento del alcantarillado en el barrio de la Fuensanta de Valencia podrían corresponder a restos procedentes de una epidemia de cólera del año 1800 o incluso a una época anterior.

La epidemia de cólera del siglo XIX, posible origen de los esqueletos de Fuensanta
                                        
Valencia, 17 jun (EFE).- Los esqueletos encontrados por unos obreros que trabajaban en las obras de saneamiento del alcantarillado en el barrio de la Fuensanta de Valencia podrían corresponder a restos procedentes de una epidemia de cólera del año 1800 o incluso a una época anterior.
Esta es la hipótesis que apuntan los arqueólogos municipales que han recogido los restos para su estudio, según ha asegurado hoy la concejala del Ciclo Integral del Agua, María Angels Ramón-Llin, responsable de estas obras y que ha visitado la zona junto al concejal de Seguridad Ciudadana, Miquel Domínguez.
"Según los expertos del servicio arqueológico, podría tratarse de restos de 1800 o antes, de personas muertas por una epidemia de cólera, muy frecuente en esa época y, aunque no están enterrados en cajas, sí lo están de forma ordenada", ha explicado la edil.
Ramón-Llin ha avanzado que, aunque no se sabe el número exacto de esqueletos que hay, se sospecha que "pueden ser numerosos" porque aunque no son visibles, en las "catas" que han hecho los arqueólogos "se encuentran restos cada cinco metros".
La buena conservación de las calaveras encontradas se debe a que "los enterramientos por estas enfermedades se hacían con cal viva, que mantenía en bastante buen estado a lo largo de los años las estructuras óseas".

María Angels Ramon-Llin ha apuntado que las necesidades de saneamiento de alcantarillado de este barrio, situado al oeste de la ciudad, "son compatibles" con la investigación "para sacar a la luz otro episodio histórico de Valencia".
"Los arqueólogos municipales y de la Generalitat tienen que delimitar el origen de los restos", ha señalado Ramón-Llin, que ha situado el "sorprendente hallazgo" en una "coyuntura histórica de Valencia muy diferente a la actual".
"Entonces Valencia era un núcleo pequeño y esta zona estaba lejos, había que venir con carro, el cólera era frecuente y los enterramientos no se hacían como ahora", ha comentado.
El hallazgo ha levantado la expectación de los vecinos, que han señalado que los abuelos del barrio dicen que en la zona había un cementerio, una posibilidad que también ha comentado la concejala, y que los gritos de los obreros fueron los que les alertaron de que habían encontrado una calavera en las obras.

AGUAS MENORES Y MAYORES II: POMPEYA

Un estudio demuestra que había letrinas en los segundos pisos de los hogares de Pompeya
Un estudio reciente confirma que los habitantes de la antigua ciudad de Pompeya no se limitaron a la fontanería a nivel de calle, de hecho, muchos en la ciudad podían haberse dirigido al piso de arriba de sus hogares para aliviar la llamada de la naturaleza.
Una de las letrinas encontradas en la segunda planta en una casa de Pompeya.
Una de las letrinas encontradas en la segunda planta en una casa de Pompeya.
La mayoría de los pisos superiores de la ciudad de romana fueron destruidos después de la erupción del Vesubio que arrasó Pompeya en el año 79. Sin embargo, las tuberías verticales que conducen a las segundas plantas de los edificios sugieren que una vez hubo baños. Según un nuevo análisis realizado por A. Kate Trusler, un candidato doctoral en antropología de la Universidad de Missouri: “Tenemos 23 baños que están conectados a estas bajantes“, declaró el antropólogo a LiveScience Trusler el pasado viernes 4 de enero durante la reunión anual del Instituto Arqueológico de América en Seattle, donde presentó su investigación.
Trusler se empezó a interesar en las letrinas de Pompeya hace seis años, mientras hacía trabajos de campo en la ciudad. Las anteriores investigaciones habían coincidido en que en Pompeya se podía encontrar un inodoro en casi todas las casas. Sin embargo, los resultados que apoyaban esa teoría eran confusos. Al pasear por la ciudad, comentaba Trusler, había evidencias de la existencia de retretes en muchos de los hogares, mientras que en otros parecía no haber ni rastro de un espacio para el aseo.
Y“, agregó Trusler, “existen todas estas bajantes que forman parte de la imagen global de la ciudad que nadie está realmente considerando“.
Así Trusler decidió llevar a cabo estudios de fontanería, de cartografía de los lugares con letrinas y tuberías verticales de toda la ciudad. Un distrito residencial, conocido por los arqueólogos como la Región 6, tiene baños en todas las plantas inferiores de los hogares. Pero en otras zonas los bloques contenían pocos baños. En total, el 43 por ciento de los hogares en la ciudad contaba con letrinas en la planta baja, señaló Trusler.
El descubrimiento permitió descubrir el uso de desagües en Pompeya.
El descubrimiento permitió descubrir el uso de desagües en Pompeya.
Las bajantes son los elementos que conforman la mitad del hallazgo. Estos tubos verticales, por lo general de terracota (arcilla modelada y endurecida al horno) se encuentran concentrados en la parte más antigua de la ciudad, donde había muchos talleres y pequeñas empresas hacinadas en cuartos cercanos. Un total de 286 tubos recorren las paredes de estos edificios, que en su mayoría van dirigidos a los segundos pisos de las casas.
Al raspar el interior de las tuberías obtuvieron material fecal y restos de parásitos intestinales, lo que probaba un evidente uso evacuativo. La instalación de cañerías en la parte de superior de las viviendas ofrece una ventana a la vida cotidiana de Pompeya, comentaba Trusler.
Las características de saneamiento pueden decirnos mucho sobre lo que hacía la gente en los pisos superiores“, puntualizaba. “Lo que sugerimos es que la gente vive allí“.
La mayoría de las bajantes fueron instaladas probablemente durante entre los siglo I a.C. al I d.C., declaró el arqueólogo, al mismo tiempo que se desarrollaba en la ciudad un sistema de bombeo de agua. Como apunta Trusler “Nosotros realmente tenemos unos sistemas de cañerías y de desarrollo urbano basado en Pompeya“.
Extraído de esta web 

AGUAS MAYORES Y MENORES. LOS ANTIGUOS ROMANOS

Cuando se trata de hablar de la higiene más íntima de los antiguos romanos, partimos, siempre, de que las condiciones de aseo personal fueron las justas, lo que se reflejaba en la atmósfera pestilente que se desprendía de las aglomeraciones.  

Sólo las domus de los ricos disponían de agua corriente y de algo parecido a un baño (lavatrina) que también incluía retrete. El resto de los mortales usaba las fuentes y letrinas públicas conectadas con la red subterránea de alcantarillas. 

En realidad estas letrinas usadas por la mayoría tenían unas características higiénicas muy avanzadas para su época, ya que disponían de una corriente interna de agua que mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores. 

    • Los inodoros a la romana disponían bajo el asiento de un recipiente que era vaciado por un esclavo tras su uso. 
    • A falta de papel higiénico se utilizaban esponjas que sujetas a unos palitos servían para limpiar las partes íntimas.
    • Los más cívicos vertían las heces de sus orinales en las tinajas; los más incivilizados las arrojaban directamente a la calle.
    • Los romanos que iban a las letrinas públicas con esclavos les hacían sentarse primero a ellos en la bancada para que la piedra se calentara.
    • Se calcula que Roma llegó a contar con 144 letrinas en el siglo IV.

ANTIGUOS JUEGOS DE TABLERO

A los egipcios les encantaban los juegos de mesa.

Después de un largo día de trabajo los egipcios se relajaban jugando a juegos de mesa. Tenían juegos diferentes como "Mehen" o "Perros y chacales", pero tal vez el más popular fue un juego llamado "Senet", que se remonta a 3500 a.C. Se jugaba en un tablero en el que había pintadas 30 casillas. Cada jugador tenía un conjunto de piezas que se movían según las tiradas de los dados o de palos de lanzamiento. Los historiadores aún debaten las reglas exactas del Senet, pero no hay duda de la popularidad del juego. Hay pinturas que representan a la reina Nefertari jugando al Senet, y en las tumbas de algunos faraones como Tutankamon se han encontrado tableros de este juego.